lunes, 25 de enero de 2016

HISTORIA DE LOS PRINCIPIOS HERMENÉUTICOS EN LA IGLESIA CRISTIANA

HISTORIA DE LOS PRINCIPIOS HERMENÉUTICOS EN LA IGLESIA CRISTIANA


INTRODUCCIÓN
Los principios hermenéuticos de la Iglesia Cristiana primitiva se pueden dividir en tres escuelas:
1. La Escuela Alejandrina, cuyos representantes eran Clemente de Alejandría y Orígenes. Tenían una opinión elevada de las Escrituras y reconocieron el sentido literal de la Biblia, pero creyeron que solamente la interpretación alegórica daría conocimiento verdadero.
2. La Escuela Siriaca de Antioquía, representada por Teodoro de Mopsuestia y Juan Crisóstomo, también consideró la Biblia como la infalible Palabra de Dios pero rechazaba el método alegórico de interpretación.  Ellos buscaban el sentido literal del texto exegéticamente y desarrollaban una interpretación científica gramática-histórica.  Se habían adelantado a los de su tiempo.
3. La Escuela Occidental fue especialmente representado por Jerónimo y Agustín.  Ellos reconocieron algunos de los principios de las dos escuelas anteriores pero añadieron el elemento de la autoridad de las tradiciones de la Iglesia en la interpretación bíblica.  Agustín basó el sentido alegórico en el sentido literal pero cedió la voz decisiva en cualquiera interpretación a la enseñanza de la Iglesia.  Su influencia continuó durante la Edad Media donde el principio establecido llegó a ser el de adaptar toda interpretación bíblica a las tradiciones y doctrinas de la Iglesia.  Esta es la declarada obligación de todo Católico Romano desde el Concilio de Trento en 1544.  Hasta hace poco la gente común de la Iglesia Católica estaba prohibida de leer o interpretar las Escrituras porque eran ignorantes de las enseñanzas de la Iglesia no sea que, por aceptar el sentido literal de la Biblia, se aparten de la enseñanza de la Iglesia.
Los Reformistas Protestantes fueron influenciados por el Renacimiento y por Erasmo quien impulsaba a los intérpretes de la Biblia a estudiar las Escrituras en los idiomas originales.  Los Reformistas llegaron a creer que la inspirada Palabra de Dios, como la autoridad suprema, determina lo que la Iglesia debe enseñar, en lugar del concepto de que la Iglesia determina lo que enseña la Biblia.  Lutero reconoció solamente el sentido literal pero a veces cedió a una interpretación alegórica.  Melanchton creía que las Escrituras tenían sólo un sentido, exacto y normal, y que debe entenderse gramaticalmente. Calvino probablemente era el exegeta mayor de los Reformistas y escribió acerca de casi todos los libros de la Biblia, hasta ahora utilizamos sus comentarios; él creyó que el método alegórico era una maquinación del Diablo para esconder el sentido de las Escrituras.
            Después de la Reforma llegó el tiempo de los credos en las iglesias Protestantes, las cuales se habían dividido en facciones por causa de sus diferencias doctrinales y la exégesis volvió a ser una búsqueda de textos para comprobar las declaraciones de los credos.  Nuestras iglesias Bautistas basan sus Artículos de Fe en el estudio de las Escrituras como una unidad orgánica. Estas declaraciones doctrinales no tienen la autoridad de los credos; más bien cada creyente individual apela a las Escrituras para la interpretación de la verdad.
            Nosotros que creemos que el Dispensacionalismo es la posición hermenéutica más de acuerdo con la revelación progresiva de la Biblia recalcamos la necesidad de una interpretación literal (histórica-gramática) del texto. Esta posición fue divulgada por Juan Darby de Inglaterra en el siglo 19, aunque se veía en las posiciones de la escuela Siriaca y de otros durante la historia de la Iglesia. Esa historia se examina en más detalle en el curso sobre el Dispensacionalismo.
            La polémica en la exposición moderna acerca de la Hermenéutica se centra en la importancia del intérprete en determinar (u originar) el sentido del texto (Epistemología). Nuestra doctrina de Las Escrituras reconoce la operación tanto divina como humana en el proceso de la revelación. Asimismo en la interpretación reconocemos que el intérprete se acerca al texto desde su particular perspectiva y circunstancias que ciertamente han de influenciar sus conclusiones; pero su deber es llegar a la verdad revelada en su sentido correcto aplicando los principios hermenéuticos más allá de sus preferencias o inclinaciones.
Historia de los principios hermenéuticos en la Iglesia Cristiana

A. El período patrístico.
En el período patrístico, el desarrollo de los principios hermenéuticos está relacionado con los tres grandes centros de la Iglesia.

1. LA ESCUELA DE ALEJANDRÍA.
Al principio del tercer siglo de la era cristiana, la escuela catequística de Alejandría influyó fuertemente la interpretación bíblica. Esta ciudad era un gran centro cultural, donde la religión judía y la filosofía griega convergieron y se influyeron mutuamente. La filosofía platónica todavía era popular en las formas de neoplatonismo y gnosticismo, y no es extraño que la famosa escuela catequística de esta ciudad fuera influenciada por la filosofía popular, acomodando su interpretación de la Biblia a dicha filosofía. El método natural para armonizar la religión y la filosofía fue la interpretación alegórica, debido a las siguientes razones:
(a) Los filósofos paganos (estoicos) ya habían estado aplicando por mucho tiempo este método en la interpretación de Homero, por lo cual fueron ellos los que indicaron el camino a seguir.
(b) Filón, que también era oriundo de Alejandría, cedió a este método el peso de su autoridad, reduciéndolo a sistema, y lo aplicó aún a las narraciones más sencillas.

Los principales representantes de esta escuela fueron: Clemente de Alejandría y su discípulo Orígenes. Ambos consideraron la Biblia como la Palabra inspirada de Dios en el sentido más estricto, y compartieron la opinión de aquel tiempo, de que tenían que aplicarse reglas especiales en la interpretación de las comunicaciones divinas. Por esto, aun cuando reconocían el sentido literal de la Biblia, tenían la opinión de que sólo la interpretación alegórica podía entregarnos conocimiento genuino.
Clemente de Alejandría fue el primero en aplicar el método alegórico a la interpretación del NuevoTestamento, así como del Antiguo. Propuso el principio de que toda la Escritura debe ser entendida alegóricamente. Esto parecía un paso adelante en relación con otros intérpretes cristianos y constituía la principal característica de Clemente. Según él, el sentido literal sólo puede proporcionar una fe elemental, mientras que el alegórico conduce al verdadero conocimiento.
Su discípulo, Orígenes, lo superó en cultura e influencia. Fue, sin duda, el más grande teólogo de su época, pero su mérito más permanente radica en su trabajo de crítica textual, más que en el de interpretación bíblica. En una de sus obras nos entrega una detallada teoría de interpretación. El principio fundamental de esta obra es que el significado del Espíritu Santo es siempre claro, simple y digno de Dios. Todo lo que parece oscuro, inmoral o intrascendente en la Biblia, sirve simplemente como incentivo para trascender o ir más allá del sentido literal. Orígenes consideraba que la Biblia tenía un sentido triple, a saber, el significado literal, el moral y el místico o alegórico. En su práctica exegética, más bien menospreció el sentido literal de la Escritura, se refirió pocas veces al sentido moral, y constantemente empleó el método alegórico, puesto que en dicho método creía encontrar el verdadero conocimiento.

2. LA ESCUELA DE ANTIOQUÍA.
Fue fundada probablemente por Doroteo y Lucio hacia fines del siglo III, aunque Farrar considera a Diodoro, primer presbítero de Antioquía, y después del año 378, Obispo de Tarsis, como el verdadero fundador de esta escuela. Este último escribió un tratado sobre principios de interpretación. Pero su más grande monumento consiste en sus dos ilustres discípulos: Teodoro de Mopsuestia y Juan Crisóstomo.
Estos dos hombres se diferenciaron mucho en todos los aspectos. Teodoro mantenía puntos de vista más bien liberales respecto a la Biblia, mientras que Juan la consideraba en todas sus partes como infalible Palabra de Dios. La exégesis del primero fue intelectual y dogmática; pero la del segundo más espiritual y práctica. El primero fue famoso como crítico e intérprete; el segundo, aunque exégeta de no mediana habilidad, eclipsó a todos sus contemporáneos como orador de púlpito. De ahí que Teodoro fue llamado el exégeta, mientras que a Juan se le dio el título de Crisóstomo (boca de oro) por el esplendor de su elocuencia. Ambos avanzaron bastante en el desarrollo de una verdadera exégesis científica, reconociendo la necesidad de determinar el sentido original de la Biblia, a fin de sacar provecho de ella. No sólo atribuyeron gran valor al sentido literal de la Biblia, sino que conscientemente repudiaron el método alegórico de interpretación. En el trabajo de exégesis, Teodoro sobrepasa a Crisóstomo, pues tenía un ojo muy perspicaz para descubrir el factor humano en la Biblia; pero sentimos tener que decir que negó la inspiración divina de algunos de los libros sagrados. En vez de la interpretación alegórica, defendió la gramático-histórica, lo cual lo hizo estar muy adelantado para su época. Aun cuando reconoció el elemento típico en la Biblia, y halló pasajes mesiánicos en algunos de los salmos, explicó la mayoría de ellos “como un evento histórico, es decir, que ocurrió durante dicho período de tiempo”Los tres capadocios pertenecen a esta escuela.

3. LA EXÉGESIS DE TIPO OCCIDENTAL
Una exégesis de tipo intermedio hizo su aparición en occidente. Tomó algunos elementos de la escuela alegórica de Alejandría, pero también aceptó algunos de los principios de la escuela de Siria. Su rasgo más característico, sin embargo, se encuentra en el hecho de que presentó otro elemento que hasta entonces era desconocido: la autoridad de la tradición y de la Iglesia en la interpretación de la Biblia. A la enseñanza de la Iglesia se le atribuyó valor normativo en la esfera de la exégesis. Este tipo de exégesis fue representado por Hilario y Ambrosio; pero particularmente por Jerónimo y Agustín.
La fama de Jerónimo se fundamenta en su traducción de la Vulgata, más que en sus interpretaciones de la Biblia. Estaba familiarizado con el hebreo y el griego, pero su obra en el campo exegético consiste principalmente en un gran número de notas lingüísticas, históricas y arqueológicas.
Agustín se distinguió de Jerónimo en que su conocimiento de las lenguas originales era bastante deficiente. Esto equivale a decir que no era principalmente un exegeta. Tenía una gran habilidad en sistematizar las verdades de la Biblia, pero no en la interpretación de la Escritura. Sus principios hermenéuticos, tal como los desarrolla en su obra De Doctrina Christiana, eran mejores que su exégesis. Demanda que el intérprete esté equipado filológica, crítica e históricamente para su tarea, pero que por sobre todo ame a su autor. Subrayó la necesidad de respetar el sentido literal del texto, siendo este sentido la base del significado alegórico; pero al mismo tiempo se dejó llevar libremente por interpretaciones alegóricas. Por otra parte, en casos en que el sentido de la Escritura fuera dudoso, defendió decisivamente la regula fidei, es decir, la regla de fe de la Iglesia. Es lamentable tener que decir que Agustín adoptó también una forma cuádruple de interpretación bíblica, a saber: histórica, etiológica, analógica y alegórica. Es en este respecto particularmente, que influenció la interpretación de la Edad Media.

B. El período de la Edad Media.
Durante la Edad Media, muchos cristianos, aun entre la clerecía, vivieron en la más profunda ignorancia de la Biblia. Y en la medida en que la conocían, era posible sólo mediante la traducción de la Vulgata y los escritos de los Padres. En general, se la consideraba un libro lleno de misterios y que sólo se la podía entender de un modo místico. En este período, el sentido cuádruple de la Sagrada Escritura (literal, tropológico, alegórico y analógico) fue comúnmente aceptado. Y se convirtió en un principio establecido, que la interpretación de la Biblia debiera conformarse a la tradición y a la doctrina de la Iglesia. Se tenía como el colmo de la sabiduría poder reproducir las enseñanzas de los Padres y comprobar las enseñazas de la Iglesia en la Biblia. Los monasterios adoptaron con sabiduría la regla de San Benito, y se decretó que las Escrituras debían ser leídas y, junto con ellas, la interpretación de los Padres, como explicación definitiva del texto. En aquellos casos en que las interpretaciones de los padres diferían entre sí, como ocurre con frecuencia, el intérprete tenía el deber de escoger, quod ubique, quod semper, quod ab omnibus creditum es (lo que se ha creído en todo lugar, siempre y por todos)Durante ese período no se desarrolló ningún nuevo principio hermenéutico, y la exégesis estaba atada de pies y manos por la erudición tradicional y la autoridad de la Iglesia. Este estado de cosas está claramente reflejado en las obras escritas durante este período; las siguientes son algunas de las más típicas:
-                     LA GLOSA ORDINARIA, de Walafrido Estrabón, y la GLOSA INTERLINEARIS, de Anselmo de Laón, que fueron recopilaciones de fragmentos literales, morales y místicos, entremezclados con notas gramaticales de carácter muy elemental. Las interpretaciones dadas son a menudo contradictorias, excluyéndose unas a otras. En muchos casos se deja al lector escoger entre ellas con un aliter potest etiam intellig (Aliter = de lo contrario; potest etiam intelligi = de hecho que se entiende). Se concedía gran autoridad a las glosas de Walafrido Estrabón.
-                LAS CATENAE, entre las cuales fueron las más famosas las de Procopio de Gaza en el Oriente y las de Tomás de Aquino en el Occidente. Hallamos en ellas una colección de interpretaciones patrísticas, unidas como eslabones de una cadena. Su valor depende naturalmente de las fuentes de donde se sacaron.
-                     EL LIBER SENTENTIARUM, de Pedro Lombardo. Esta obra es principalmente una recopilación de exposiciones sacadas de los escritos de Hilario, Ambrosio y Agustín. Pero difiere de las obras mencionadas arriba en que es más que una recopilación. Aunque Pedro de Lombardía tuvo cuidado en no violar las normas de la autoridad establecida, sin embargo, dentro de los límites prescritos en aquella época, planteó interrogantes, hizo distinciones y aun añadió comentarios propios. En los siglos que siguieron, su obra fue estudiada más diligentemente que la misma Biblia.
Aunque el sentido cuádruple de la Escritura era aceptado generalmente en este tiempo, algunos empezaron a ver la incongruencia de semejante punto de vista. Aun Tomás de Aquino parece haberlo comprendido ligeramente. Es verdad que él alegoriza constantemente, pero también, por lo menos en teoría, consideró el sentido literal como el fundamento necesario de toda exposición de la Escritura. Sin embargo, fue especialmente Nicolás de Lira quien rompió los grilletes de su época. Aparentemente no abandonó la opinión corriente de un sentido cuádruple en la Escritura, pero en realidad sólo aceptó dos sentidos, el literal y el místico, e incluso basó exclusivamente el último en el primero. Insistió en la necesidad de atenerse al texto original; se quejó de que «se permitiera que el sentido místico asfixiara al literal», y requirió que este último fuera el único que se usara para probar doctrina. Su obra influenció profundamente a Lutero, y afectó, por tanto, a la Reforma.

C. El período de la Reforma.
El Renacimiento fue de gran importancia para el desarrollo de sanos principios hermenéuticos. En los siglos XIV y XV, prevaleció la más densa ignorancia sobre el contenido de la Biblia. Había doctores en teología que nunca la habían leído completamente, y la única forma de conocer algo de la Biblia era por medio de la traducción de Jerónimo. El Renacimiento hizo énfasis en la necesidad de acudir al texto original. Reuchlin y Erasmo—llamados los dos ojos de Europa—fueron cautivados por el Renacimiento, e insistieron en que los intérpretes de la Biblia tenían el deber de estudiarla en las lenguas originales en que había sido escrita. Además, facilitaron grandemente tal estudio. Reuchlin publicó una Gramática hebrea y un Lexicon hebreo; Erasmo editó la primera edición crítica del Nuevo Testamento griego. La idea del sentido cuádruple de la Escritura fue gradualmente abandonada y se estableció el principio de que la Biblia tiene sólo un sentido. Los reformadores creían firmemente que la Biblia era la Palabra inspirada de Dios. Pero, por más estricto que fuera su concepto de inspiración, la concibieron más bien en un sentido orgánico que mecánico. Y hasta mostraron en ciertos casos una notable libertad en el manejo de la Escritura. Pero al mismo tiempo consideraron la Biblia como la más alta autoridad y como la corte suprema de apelación en todas las disputas teológicas. En contra de la infalibilidad de la Iglesia, pusieron la infalibilidad de la Palabra. Su posición se hace evidente por la afirmación de que la Iglesia no determina lo que la Escritura enseña, sino que la Escritura determina lo que la Iglesia debe enseñar. El carácter esencial de su exégesis surgió de dos principios fundamentales:
(1) Scriptura Scripturae interpres, es decir, la Escritura interpreta a la Escritura misma; y
(2) Omnis intellectus ac expositio Scripturae sit analogía fidei, es decir, que toda exposición y comprensión de la Escritura esté de acuerdo con la analogía de la fe.
Para los reformadores, la analogia fidei era igual a analogia Scripturae, esto es, la enseñanza uniforme de la Escritura.

1. LUTERO. Rindió un gran servicio a la nación alemana traduciendo la Biblia al alemán, su lengua vernácula. También hizo alguna obra expositiva, aunque en forma limitada. Sus reglas hermenéuticas fueron mucho mejores que su exégesis. Aunque no quería reconocer sino el sentido literal, y habló burlonamente de las interpretaciones alegóricas como affenspiel (Affenspiel lit. «juego de monos», es decir, cosa fútil y de poca importancia), o estuvo enteramente libre del método que despreciaba. Defendió el derecho al juicio privado; hizo énfasis en la necesidad de tomar en cuenta el contexto y las circunstancias históricas; exigió que el intérprete tuviera fe y visión espiritual; y trató de hallar a Cristo por todas las partes de la Escritura.
2. MELANCHTON Fue la mano derecha de Lutero y lo superaba en conocimientos. Sus grandes talentos y extensos conocimientos, tanto en griego como en hebreo, hicieron de él un admirable intérprete. En su obra exegética, procedió sobre los sólidos principios de que: (a) las Escrituras deben ser entendidas gramaticalmente antes que teológicamente; y (b) las Escrituras tienen un solo significado, sencillo y cierto.
3. CALVINO Según el consenso general, se le considera el más grande exegeta de la Reforma. Sus exposiciones abarcan casi todos los libros de la Biblia. Compartió los mismos principios fundamentales de Lutero y Melanchton, pero los superó en cuanto a poner su práctica de acuerdo con la teoría. En cuanto al método alegórico, creía que éste era un ardid de Satán para oscurecer el sentido de la Escritura. Creía firmemente en el significado tipológico de muchos pasajes del Antiguo Testamento, pero no compartió la opinión de Lutero, de que se debía encontrar a Cristo en cualquier parte de la Escritura. Además, redujo el número de salmos que pueden ser clasificados como mesiánicos. Insistió en que se debe interpretar a los profetas a la luz de las circunstancias históricas. Según su opinión, el mayor mérito de un expositor consiste en la brevedad lúcida. Además, consideró «el principal deber de un intérprete es permitir al autor que comenta, decir lo que realmente dice, en vez de atribuirle lo que nosotros pensamos que debió decir».
4. LOS CATÓLICOS ROMANOS. Los expositores de este círculo no hicieron ningún avance durante el período de la Reforma. No admitieron el derecho al juicio privado y defendieron, en contra de los protestantes, la idea de que la Biblia debía ser interpretada en armonía con la tradición. El Concilio de Trento declaró: (a) que debe mantenerse la autoridad de la tradición eclesiástica; (b) que, en cuanto al texto, debe darse la más alta autoridad a la Vulgata, y (c) que es necesario conformar toda interpretación a la autoridad de la Iglesia y al unánime consentimiento de los Padres. Doquiera que prevalezcan estos principios, el desarrollo exegético se estanca completamente.

D. El período confesionalista.
Durante el período que siguió a la Reforma se hizo evidente que los protestantes no se despojaron enteramente de la vieja levadura. En teoría mantenían el sólido principio de Scriptura Scripturae interpres. Pero mientras que por un lado rehusaron someter su exégesis al dominio de la tradición y a la doctrina de la Iglesia, tal como la formulaban los papas y concilios, por el otro estuvieron en peligro de caer bajo la esclavitud de las normas confesionales de cada denominación. Fue primordialmente la era de las confesiones. «Hubo un tiempo en que casi cada ciudad o principado importante tenía su credo favorito» (Farrar). Además fue un período de controversia. El Protestantismo se dividió lamentablemente en varias facciones. El espíritu militante de la época se canalizó por medio de centenares de escritos polémicos. Cada cual trató de defender su propia opinión apelando a la Escritura. La exégesis se convirtió en sirvienta de la dogmática, y se degeneró en una simple búsqueda de versículos que apoyaran ciertas doctrinas. Se estudiaban las Escrituras con el fin de encontrar en ellas las verdades contenidas en las confesiones. Esto es particularmente cierto con respecto a los teólogos luteranos, pero en cierta medida también entre los reformados. Fue durante este período también que algunos se inclinaron por un concepto mecánico de la inspiración de la Biblia. Los Buxtorf sostuvieron que incluso las vocales del texto hebreo eran inspiradas.
La tendencia que prevaleció en este período no contribuyó nada de importancia a la historia de los principios hermenéuticos, como lo hicieron las reacciones a que dio lugar. Hay especialmente tres que merecen atención:
1. LOS SOCINIANOS. Estos no aportaron ni un solo principio hermenéutico, pero en todas sus exposiciones procedieron sobre el supuesto de que la Biblia debe ser interpretada de un modo racional, o mejor dicho, en armonía con la razón. Como Palabra de Dios, no puede contener nada contrario a la razón, esto es, según ellos, nada que no pueda ser comprendido por la razón humana. Así, doctrinas tales como la Trinidad, la Providencia de Dios y las dos naturalezas de Cristo, fueron descartadas. Construyeron un sistema teológico que consistía en una mezcla de racionalismo y sobrenaturalismo. Aunque se loaban de su libertad de todo yugo confesional, su exégesis era, después de todo, dominada por su propio sistema dogmático.
2. COCCEJUS. A este teólogo holandés no le satisfacía el método de interpretación más común de su época. Consideraba que aquellos que trataban a la Biblia como una colección de textos que apoyan ciertas doctrinas, no hacían justicia a la Escritura como un todo orgánico, cuyas partes se hallan típicamente relacionadas unas a otras. Insistía en que el intérprete debía estudiar cada pasaje a la luz de su contexto, del pensamiento principal del libro y del propósito del autor. Su principio fundamental fue: que las palabras de la Escritura señalan todo lo que se las hace señalar en el discurso entero; o como lo expresa en una de sus obras: «El sentido de las palabras de la Biblia abarca tanto, que contiene más que un pensamiento, de hecho, a veces contiene una multitud de pensamientos, los cuales el intérprete experimentado de la Escritura podrá extraer del texto». De este modo, como dice Farrar, «introdujo una falsa pluralidad de significados, por haber confundido fatalmente el significado real de un texto con todas sus posibles aplicaciones». Esto fue agravado por su excesiva tipología, que le inducía no sólo a encontrar a Cristo por todas partes de la Biblia; sino que a hallar también las vicisitudes de la Iglesia del Nuevo Testamento en los tipos del Antiguo Testamento, y aun en las mismas palabras y hechos de Cristo. Aunque deficiente en su exégesis, rindió, sin embargo, un buen servicio llamando la atención al carácter orgánico de la revelación de Dios. J. A. TURRETIN. Se opuso al proceder arbitrario de Coccejus y sus seguidores. Enemigo de los sentidos imaginarios que esta escuela iba descubriendo, insistió en que la Biblia debe ser interpretada sin ningún prejuicio dogmático, con la ayuda del análisis y la lógica. En esto, ejerció una profunda y benéfica influencia.
3. LOS PIETISTAS. Cansados del espíritu de contienda que existía entre los protestantes, se entregaron a promover una vida de genuina piedad. En general representaron una reacción saludable contra las interpretaciones dogmáticas de su tiempo. Insistían en el deber de estudiar la Biblia en las lenguas originales y bajo la iluminadora influencia del Espíritu Santo. Pero el hecho de que en sus exposiciones buscaron principalmente la edificación, los llevó gradualmente a menospreciar el conocimiento científico. En su opinión, el estudio gramatical, histórico y analítico de la Palabra de Dios proporcionaba simplemente un conocimiento de la cáscara externa de los pensamientos divinos, mientras que el estudio porismático (consistente en sacar enseñanzas de advertencia o reprensión, etc.) y práctico (realizado con oración y suspiros) penetra hasta el meollo de la verdad. Rambach y Francke fueron los dos representantes más eminentes de esta escuela. Ellos fueron los primeros en insistir en la necesidad de la interpretación psicológica, en el sentido de que los sentimientos del intérprete debieran estar en armonía con los del escritor a quien deseaba entender. Las tendencias místicas de estos intérpretes causaron que encontraran énfasis especiales donde no existían. Bengel fue el mejor intérprete de esta escuela.

E. El período histórico-crítico.
Si el período precedente vio ya alguna oposición a la interpretación dogmática de la Biblia, en el período que vamos a considerar, el espíritu reaccionario ganó un control casi absoluto en el campo de la exégesis y la hermenéutica. Con frecuencia esta tendencia produjo posiciones muy extremas que naturalmente encontraron tenaz resistencia. Este período también se caracterizó por la acción y la reacción. Aunque se expresaron puntos de vista muy divergentes respecto a la inspiración de la Biblia, todos concordaban en negar la inspiración verbal y la infalibilidad de las Escrituras. Se dio un énfasis mucho mayor que antes al elemento humano de la Biblia y éste recibió reconocimiento general, y los que también creían en el factor divino trataron de señalar la debida relación mutua entre lo humano y lo divino en la Sagrada Escritura. Se intentó sistematizar la doctrina de la inspiración. Algunos siguieron a Le Clerk, adhiriéndose a la teoría de una inspiración que variaba en grado, según las diversas partes de la Biblia; y allí donde el grado de inspiración era mínimo, se admitían errores e imperfecciones. Otros aceptaron la teoría de una inspiración parcial, limitándola a aquellas porciones que se refieren a la fe y a la moral, y admitiendo errores en las de carácter histórico y geográfico. Schleiermacher y sus seguidores negaron el carácter sobrenatural de la inspiración, identificándolo con la iluminación espiritual de los cristianos; Wegscheider y Parker la redujeron al poder que todo hombre posee en virtud de la luz natural. A principios del siglo veinte y en adelante, se suele hablar de la inspiración como dinámica, refiriéndola a los autores más bien que a sus escritos. Según Ladd: «debe concebirse como un flujo de energía interior y sobrenatural, que se manifiesta en un grado superior y en un nuevo orden de la propia energía espiritual del hombre». Al producto de esto se le llama «revelación». Se puso como condición sine qua non que el exégeta debiera ser voraussetzungslos, esto es, sin predisposición de ninguna clase, y, por tanto, enteramente libre del dominio de la dogmática y de los principios confesionales de la Iglesia. Además, se dio como principio establecido que la Biblia debiera ser interpretada como cualquier otro libro. El elemento divino de la Biblia fue generalmente menospreciado, limitándose el intérprete, por lo general, a la discusión de cuestiones críticas e históricas. El fruto permanente de este período fue una clara conciencia de la necesidad de una interpretación gramático-histórica de la Biblia; sin embargo, hay también evidencias de una creciente convicción de que este doble principio de interpretación debe ser suplementado por algún otro principio, a fin de hacer justicia a la Biblia como revelación divina. El principio de este período fue señalado por la aparición de dos escuelas opuestas, la gramatical y la histórica.
1. LA ESCUELA GRAMATICAL. Esta escuela fue fundada por Ernesti, quien escribió una importante obra sobre la interpretación del Nuevo Testamento, en la cual propuso estos cuatro principios: a) El sentido múltiple de la Escritura debe ser rechazado, aceptando sólo el sentido literal. b) Las interpretaciones tipológicas y alegóricas deben rechazarse, excepto en aquellos casos en que el autor indica su propósito de expresar otro sentido más que el literal. c) Puesto que la Biblia tiene en común con el resto de la literatura el sentido gramatical, éste debe determinarse de modo similar en ambos casos. d) El sentido literal no puede ser determinado por un supuesto sentido dogmático.
La escuela gramatical fue en esencia sobrenaturalista, restringiéndose a sí misma a «las palabras mismas del texto como la fuente legítima de auténtica interpretación y de verdad religiosa» (Elliott). Pero este método fue parcial en el hecho de que proporcionó sólo una simple y pura interpretación del texto, lo que no es siempre suficiente en la interpretación de la Biblia.

2. LA ESCUELA HISTÓRICA. Ésta fue originada por Semler. Hijo de padres pietistas, vino a ser, más o menos sin quererlo, el padre del Racionalismo. En su obra sobre el Canon dirigió la atención a la verdad olvidada de la composición y origen histórico-humano de la Biblia. En una segunda obra sobre la interpretación del Nuevo Testamento, estableció ciertos principios de interpretación. Semler puso énfasis en el hecho de que los distintos libros de la Biblia, y el Canon como un todo, tuvieron un origen histórico y, por lo tanto, están condicionados por la historia. De este hecho de que varios libros fueron escritos para diferentes clases de personas sacó la conclusión de que contienen mucho que es simplemente local y transitorio, sin haberse pretendido que tuvieren un valor normativo para todos los hombres y en todos los tiempos. Aún más, vio en ellos una mezcla de error y de verdad, puesto que Jesús y los apóstoles se acomodaron en algunos asuntos al pueblo a quien se dirigían. De ahí insistió en la necesidad de tener en cuenta estas cosas al interpretar el Nuevo Testamento. Y en respuesta a la pregunta de precisamente cuál es en la Biblia el elemento de verdad que obligue y comprometa al hombre, respondió: «lo que sirve para perfeccionar el carácter moral del hombre». Su enseñanza promovió la idea de que las Escrituras son falible producción humana, y en esencia hizo a la razón humana árbitro de la fe. Semler no dio origen a estas ideas, sino que simplemente se hizo vocero del pensamiento que prevalecía en sus días.

3. TENDENCIAS RESULTANTES. Aunque este período empezó con dos escuelas opuestas, pronto se revelaron tres tendencias distintas en el campo de la hermenéutica y de la exégesis. Un gran número de intérpretes desarrollaron los principios racionalistas de Semler de una forma tal que causaron que él mismo los rechazase. Otros despreciaron las posiciones extremas del Racionalismo sea por adoptar un punto de vista intermedio, o bien por volver a los principios de la Reforma. Otros hicieron énfasis en el hecho de que el método gramático-histórico de interpretación debe ser suplementado por algún principio que capacite al expositor a penetrar en el espíritu de la Escritura:
a. Racionalismo extremo. La semilla sembrada por Semler produjo un racionalismo extremo en el campo de la exposición histórica. Puede verse en los siguientes ejemplos:
(1) Paulus de Heidelberg asumió una posición puramente naturalista. Otorgó «fidelidad práctica a la razón» y la consideró como la fuente de la verdadera religión cristiana. Lo más notorio fue su interpretación de los milagros y planteó dos interrogantes: (a) si ocurrieron o no; y (b) si ocurrieron, cómo pudieron tener lugar. Y aunque respondió afirmativamente a la primera, a la segunda respondió suprimiendo todo elemento sobrenatural.
(2) Strauss se burló hasta el desprecio de la teoría de Paulus, proponiendo en su lugar la interpretación mítica del Nuevo Testamento. Bajo la influencia de Hegel, enseñó que la idea mesiánica de los judíos, con su tendencia a lo milagroso, se desarrolló gradualmente en la historia de la humanidad. En el tiempo de Jesús, la expectación mesiánica estaba en el aire. La obra y enseñanzas del Maestro de Galilea dejó tal impresión en sus discípulos, que después de su partida le atribuyeron toda clase de palabras y hechos maravillosos, incluyendo la resurrección, que esperaban había de tener lugar en el Mesías.
(3) Este punto de vista fue a su vez ridiculizado por F. C. Baur, fundador de la escuela de Tubinga, quien enseño que el Nuevo Testamento se originó según el principio hegeliano de tesis, antítesis y síntesis. Sostuvo que la hostilidad entre los partidarios de Pedro y de Pablo condujo a la producción de literatura rival, y finalmente a la composición de libros que procuraban la reconciliación de los dos partidos opuestos. Como resultado se observan, según él, tres tendencias en la literatura del Nuevo Testamento. Esta teoría también estuvo de moda.
(4) En el siglo veinte, los asaltos de la crítica se concentran más en el Antiguo Testamento que el Nuevo. La escuela de Graf-Kuenen-Wellhausen trata de explicar el Antiguo Testamento por medio de lo que ha sido denominado el proceso «objetivo-histórico», esto es, en concordancia con una filosofía evolucionista. Su labor se caracteriza por una minuciosidad que despierta admiración, y por una gran ingenuidad; pero también hay señales de que tiene un carácter pasajero.

b. Doble reacción contra el Racionalismo: El Racionalismo no siguió su camino sin encontrar oposición. Al cabo de un tiempo se produjo una clara reacción doble.
(1) La escuela intermediaria. Aunque difícilmente se podría afirmar que Schleiermacher fundó esta escuela, fue ciertamente su fuente de origen. Su obra póstuma sobre hermenéutica no respondió a la expectación general con la que se esperó. Él descartó la doctrina de la inspiración, negó la validez permanente del Antiguo Testamento y trató a la Biblia como cualquier otro libro. Aun cuando no dudó de la integridad substancial de la Sagrada Escritura, hizo una distinción entre lo esencial y lo no esencial, y expresó la confianza de que la ciencia crítica sería capaz de trazar la línea entre ambas. Pese a toda su insistencia sobre la verdadera piedad del corazón, su labor exegética siguió principalmente los caminos del Racionalismo. Algunos de sus seguidores, como De Wette, Bleek, Gesenius y Ewald, se inclinaron decididamente hacia el Racionalismo. Pero otros fueron más evangélicos y siguieron un camino intermedio, entre éstos están Tholuck, Riehm, Weiss, Luecke, Neander y otros. Rechazaron enteramente la teoría de la inspiración verbal, pero confesaron una profunda reverencia por la autoridad divina de la Santa Escritura. Dice Lichtenberg: «Sin admitir la infalibilidad del Canon, ni la inspiración plenaria del texto, y reservándose el derecho de someter ambas cosas a la prueba de la crítica histórica, la Escuela de la Conciliación, proclama con no menos énfasis la autoridad de la Biblia en materias de religión».
(2) La Escuela de Hengstenberg. Naturalmente, el carácter intermediario de la escuela anterior fue también su flaqueza. No sirvió para poner coto al avance del Racionalismo. Una reacción más efectiva apareció en la escuela de Hengstenberg, que volvió a los principios de la Reforma. Este hombre creía en la inspiración plenaria de la Biblia, defendiendo en consecuencia su absoluta infalibilidad. Se situó firmemente en los principios confesionales de la Iglesia Luterana. Es cierto que fue algo violento en sus polémicas, dogmático en sus aserciones y ocasionalmente mostró una tendencia a alegorizar con bastante libertad. Pero, en conjunto, su obra exegética da evidencia de profunda erudición filológica e histórica, y de una crédula comprensión de la verdad de la revelación divina. Entre sus discípulos y seguidores encontramos a K. F. Keil, Hornick y Kurtz.

c. Intentos por ir más allá del sentido histórico-gramatical. El resultado más permanente de este período fue el establecimiento del método histórico-gramatical de interpretación, el cual se encuentra representado en manuales de hermenéutica como los de C. A. G. Keil, Davidson, P. Fairbairn, A. Immer y M. S. Terry. Pero gradualmente apareció una tendencia que no se da por totalmente satisfecha con la interpretación histórico-gramatical y procura por tanto suplementarla.
(1) Kant sostuvo que sólo la interpretación moral de la Biblia tiene significado religioso. Según él, el mejoramiento ético del hombre debe ser el principio controlador en la exposición de la Palabra de Dios. Cualquier cosa que no responda a este propósito debe rechazarse.
(2) Olshausen defendió el «sentido más profundo de la Escritura». Según él, éste no consiste en algo aparte del sentido literal, sino íntimamente conectado con el primero e incluso basado sobre él. La manera de encontrar este sentido más profundo es reconocer «la revelación divina en la Escritura y su punto central, Cristo, en su viviente unidad con Dios, así como con la humanidad» (Immer). Este sentido más profundo es la esencia de la revelación divina. Y aún cuando lo promovía, Olshausen advirtió contra la antigua interpretación alegórica. Hasta cierto punto, R. Stier siguió esta tendencia.
(3) Germar adoptó lo que él denominó como la interpretación pan-armónica de la Escritura. En su teoría «exige una total armonía del significado que se descubre en la Escritura, hasta donde ésta pueda considerarse como revelación de Dios, con las palabras de Cristo, y con todo aquello que es verdadero y cierto» (Reuss). Obviamente, este principio es verdadero hasta cierto punto, pero deja lugar a especulaciones subjetivas respecto a lo que tiene que ser reconocido o no como revelación de Dios, y entre las cosas verdaderas y las que no lo son.

(4) T. Beck propuso la supuesta interpretación pneumática o espiritual. Exigió que el intérprete tuviese un espíritu de fe. Según él, este espíritu producirá la convicción de que las diversas partes de la Escritura forman un todo orgánico. Y que las partes separadas de la Biblia deben ser interpretadas a la luz de esta fisonomía, que se revela en aquellas partes de la Escritura de significado no dudoso. Esto prácticamente equivale a decir que la Escritura debe ser interpretada según la analogía de la fe. La búsqueda de algún principio de interpretación que sirva para complementar el sentido históricogramatical es también característica de las obras de Lutz, Hofmann, Klausen, Landerer y otros. Confiadamente esperamos que el futuro traiga mayor unanimidad sobre este particular entre aquellos que aceptan la Biblia como palabra inspirada de Dios.      

Para ver este contenido como presentación, has click en el siguiente enlace

FACILITADOR:                                                               INTEGRANTES:
DR. LINO ORTEGA                                                         ANDREA HERNANDEZ C.I. 22.176.203
 CELIA PINTO                   C.I. 8.462.325
 JOSE L. GONZÁLEZ        C.I. 17.869.633
 MOISES ARIAS                C.I. 21.176.203
                                             YBEHISY ORTEGA         C.I. 18.545.887


No hay comentarios:

Publicar un comentario